Como ya venimos comentando, para que un proceso de compra/venta de un producto/servicio se produzca de manera satisfactoria es necesario que la empresa conozca e identifique quién es su público objetivo sobre el que dirigir sus esfuerzos de marketing.
Siguiendo con la dinámica de comparar marketing y sexo, vamos a distinguir dos grandes tipos de clientes:
Clientes actuales: personas con las que ya has tenido algún que otro ‘escarceo’ amoroso.
Clientes potenciales: Aquellas con las que te gustaría tenerlo.
Existen muchas clasificaciones de clientes en el mercado, pero nosotros nos vamos a quedar con ésta. La clasificación basada en el grado de satisfacción y fidelidad.
- Entendido en nivel de Satisfacción Bajo como «No estuvo a la altura».
- Nivel de Satisfacción Alto como «Estuvo muy muy bien».
- Nivel de Fidelidad Bajo «No, no repetiría ni muerta».
- Y el Nivel de Fidelidad Alto «No te negaría yo que de aquí podría salir algo más».
Cruzando ahora estos niveles detectamos los distintos tipos de clientes:
Opositor: Aquella que no se quedó muy contenta con tu actuación y no creemos que vaya dando demasiadas buenas referencias sobre ti.
Cautivo: Esa que sólo recibe whatsapps tuyos de higos a brevas a las cinco de la mañana, sabe lo que quieres pero aún así te responde, está enganchada pero en cualquier momento terminará de enfadarse y entonces…
Mercenario: Totalmente al contrario del cautivo, es ella la que te envía esos whatsapps a dichas horas intespectivas. Llega, disfruta del producto y se marcha. No comenta la jugada con sus amigas, ni habla de ti a nadie.
Prescriptor: Digamos que ésta ya es un rollito en toda regla, los encuentros son más frecuentes y comienza a comentar el tema ya más en serio a sus amigas e incluso a su madre.
El objetivo de toda empresa (hombre) es retener al cliente (mujer) y convertirlo en consumidor fiel o, lo que es lo mismo, pasar del rollete a un noviazgo de esos en los que el domingo por la tarde se pasea de la mano.
Y tanto el proceso empresarial como amatorio siguen la misma línea:
Una vez que ya hemos conseguido atraer la atención de la chica (cliente), hay que empezar a tratarla como si fuera única (ej: descuentos especiales), hay que conseguir que de forma natural comience a confiar en ti (no valore productos de la competencia). A veces se puede acompañar con cierta presión (ej: Día sin IVA, semana fantástica…).
Este proceso a fuerza de tanto contacto idealmente terminará con una implicación máxima (cliente fiel) y ella no parará de comentar a diestro y siniestro lo ideal del momento y de la relación (cliente prescriptor).
Pero ‘Wait’ , ¡¡cuidado con caer en la tan temida RUTINA!! (ej: las pocas ventajas que ofrecen las operadoras telefónicas a sus clientes actuales) porque ya sabemos todos como suele terminar eso «No eres tú soy yo, vamos a tomarnos un descanso y blablablablabla…»